Interceptado en Trelew narra los pormenores de la fuga del penal de Rawson a partir de la toma de un avión de Austral llevada adelante por un grupo de militantes. A través de una articulación entre realidad (testimonios y material historiográfico) e imaginación, Gaudencio recala en los grises de la historia y hace foco en los líderes guerrilleros que lograron evadirse gracias a su trabajo de logística. La experiencia personal se convirtió en la clave para indagar en esta historia. "Yo volé 25 años en Austral y en numerosas oportunidad compartí viajes con quien fuera el comandante en aquel episodio. Incluso, conocí a la comisaria de abordo de ese vuelo. Cada vez que iba a volar con este comandante siempre le preguntaba por este episodio. Después cosas de la vida hicieron que empezara a escribir. Esto arrancó como un cuento y terminó siendo una novela".
El 15 de agosto de 1972, 110 presos políticos, militantes del ERP, las FAR y Montoneros emprendieron un intento de fuga del penal de Rawson. Tras fallas en la ejecución de los planes, solo 25 lograron salir del encierro y apenas seis consiguieron abordar el avión para concretar el escape hacia Chile primero y Cuba después. Una semana más tarde, el 22 de agosto a la madrugada, las fuerzas militares fusilaron a los 19 evadidos restantes en la Base Almirante Zar. Tres de ellos lograron sobrevivir para contar lo sucedido. Unos años después, fueron desaparecidos por la siguiente dictadura militar.
Al consultarle por qué los cuadros principales de los movimientos tuvieron la prioridad para la fuga, Gaudencio señaló que "por una cuestión de lógica iban los más antiguos o los que mayor jerarquía tenían o los que tenían las condenas más largas. La fuga se planificó del primero al último en un orden y solo pudieron salir seis porque solo entró el Ford Falcon conducido por Carlitos Goldemberg." Felipe Pigna, por su parte, se retrotrajo a la lógica de aquellos tiempos: "poniéndonos en clima de época a ningún militante se le hubiera ocurrido que su jefe no se salvara primero porque eso garantizaba la continuidad de la lucha."
La Masacre de Trelew se convirtió en una bisagra para los movimientos de militantes de aquellos tiempos. En el "Prólogo" de Interceptado en Trelew, Roberto Baschetti señala aquellos acontecimientos como el puntapié inicial que acabó por movilizar a gran parte de la población. "Con la masacre de Trelew consumada, miles de muchachos dejaron de lado su conformismo, su indolencia y su mirar para otro lado, para asumir el compromiso de luchar por una Argentina digna y justa. Si fuese necesario, con las armas en la mano."
A media res entre la ficción, las suposiciones y los sucesos históricos, la novela se concibe como un ejercicio, un lugar desde donde pensar la historia reciente. El desplazamiento de los tiempos y procesos, la reflexión sobre la dictadura en los años previos a su consumación más violenta sin descuidar un clima de thriller atrapante.
Y es a través de la ficción que se logra llegar a nuevas dimensiones de la realidad. Felipe Pigna defendió la verosimilitud en la construcción del relato: "Yo creo que la ficción es tanto o más importante que el relato en cuanto a la llegada a la gente. Una ficción bien hecha, a veces tiene una llegada más fuerte que un documental, por ejemplo. Así que ahí es muy importante cómo se maneja eso, como se usa, cómo se escribe una ficción."
La dedicatoria de Martín Gaudencio es esclarecedora: "a los 30.000 desaparecidos y a los millones de víctimas del terrorismo de Estado". Desde esta perspectiva, no es posible escindir el análisis de los hechos de Trelew de lo que sería, a partir de 1976, la actuación de las tres armas y especialmente la Marina, que convirtió su escuela de formación en un centro de tortura y exterminio: lugar que fue recuperado a partir de 2004 como un espacio para la memoria que alberga hoy al Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, entre otras instituciones.