NOTAS / ABRIL 2013
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Lucila Quieto
Fotografía

Entrevista a Lucila Quieto

Filiación de Lucila Quieto se exhibe hasta el 2 de junio con entrada libre y gratuita. La muestra –producto de un largo proceso de selección y curaduría a cargo de Cristina Fraire (coordinadora del área de Fotografía del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti)- incluye imágenes del ensayo Arqueología de la ausencia, fotos de Centros Clandestinos, collages y videos. Filiación es un recorrido que busca indagar en la identidad a través de la reconstrucción de esos espacios que la dictadura cívico militar transformó en ausencias. A continuación, una entrevista con Lucila Quieto.

-¿Cómo surge la idea de Filiación? ¿Cómo fue el proceso curatorial?
La idea surgió cuando Cristina Fraire, que ya conocía trabajos míos como Arqueología de la ausencia (1999-2001), me preguntó qué otros materiales tenía o en qué estaba trabajando. Para mí mostrar Arqueología… no tenía mucho sentido porque ya había circulado bastante por distintos lugares de todo el país (escuelas, museos, la calle). En todo ese tiempo, nunca dejé de trabajar con fotos imágenes y collages tanto a partir de archivos míos u otros archivos fotográficos. La propuesta, entonces, fue mostrar parte de Arqueología… y sumar esas otras búsquedas. Por un lado, tenía las fotos de los campos de concentración –fotos que obtuve como parte de mis tareas en el Archivo Nacional de la Memoria (por ejemplo, registros para juicios, inspecciones oculares) o en actividades abiertas al público de las que participe (eventos en La Perla o La Ribera): un registro personal y laboral que fui haciendo por distintos motivos. Además, desde hacía un tiempo, yo veía pensando en hacer algún trabajo en referencia a la recuperación de los huesos de los desaparecidos por parte de sus familiares. Tengo amigos y compañeros que recuperaron los huesos de sus padres e hicieron un entierro o un velorio. Me surgió la necesidad de hacer un trabajo con eso: ir viendo cómo se vivían estos momentos de intimidad con la particularidad de que al ser desaparecidos se convertían en hechos políticos. El video de Leopoldo Tiseira (parte de la muestra) –registro que él hace cuando va a Antropólogos con su familia y filma el encuentro y el reconocimientos de los huesos del padre- fue el disparador para pensar en mi propia búsqueda, en mi propio duelo, en la posibilidad de encontrar algún día los huesos de mi padre. Se juntó todo eso con la posibilidad y la propuesta de realizar la muestra. Tenía registros, había participado de entierros y a la vez quería hacer algo que tuviera que ver con mi propio transitar por el duelo. Entonces le planteé a Cristina una trilogía que empezaba con Arqueologías… (que tenía que ver con el armado de esa foto imposible de álbum familiar -donde los hijos nos juntábamos con nuestros padres- que solo puede existir a partir del recurso de la fotografía), seguía con esas fotos de campos de concentración -lugares por donde habían pasado nuestros padres- y se completaba con unos collages.


-¿El río es parte de esa serie conformada por imágenes de campos de concentración?
Sí. Cuando yo empecé a encontrar testimonios que hablaban de los lugares donde había estado detenido desaparecido mi papá, se mencionaba que él había estado en Coordinación Federal y que existía la posibilidad de que lo hayan matado en un vuelo o arrojado al mar o al Río de la Plata.


-Si bien aparece la foto imposible, en esta búsqueda también se genera una imagen distorsiva, extrañada. ¿En estos trabajos de Arqueologías… hay un deseo de cambiar la historia? ¿Qué pasa con esos cuerpos que se sobreimprimen?
Yo no lo pienso de esa manera sino desde la necesidad de tener una imagen donde nosotros, los hijos, podamos vernos en una imagen junto a nuestros padres. Para mí fue un trabajo reparador a través de la imagen: la imagen que nunca había podido tener. Volviendo a lo de los campos, ahí es posible observar y registrar los lugares por donde pasaron mi padre o mi tío. Entrar a un lugar (un espacio físico) que tiene el peso de los cuerpos que estuvieron ahí y registrar los rastros de lo que quedó.


-¿Y en relación a los collages?
Respecto de los collages, fueron lo último que hice. Yo venía pensando en los entierros, los duelos y empecé a hablar, a investigar con gente, con hijos, con antropólogos, en particular con Maco (Carlos) Somigliana para pensar qué hacer con este trabajo. Yo no tenía los huesos de mi padre. En el video de Leopoldo que mencioné antes, la familia puede ver los huesos del padre e imaginar la composición física. Hay un reencuentro con esa persona que en algún momento estuvo viva, una forma de cerrar el duelo: el cuerpo puede descansar en algún lugar que la familia decida. Los familiares de desaparecidos llevamos 35-36 años buscando el cuerpo para poder cerrar el duelo, algo fundamental para todas las culturas. Yo, además, había participado del entierro simbólico que, al no tener el cuerpo del padre, organizó Mariana Corral (otro de los videos de la muestra) en el Bajo Flores el Día de los Muertos (lo llama un acto psico-mágico). Esta experiencia consistió en reunir a un grupo de amigos, preparar comida -unos panes con formas vinculadas a instancias de la vida del padre reveladas a partir de cartas que ella fue encontrando- y contarnos a todos lo que había podido reconstruir. Cuando lo hablé con Maco, él me dijo que ésta era una forma de hacer un duelo. Es la historia de los griegos y las lápidas: cuando los soldados se iban a combatir, los familiares ponían una piedra en el sitio por donde los habían visto irse. No se reconstituían los cuerpos, era un entierro simbólico. A partir de todo esto, agarré las fotos de mi familia paterna (los hermanos de mi papá), les hice fotos a mis primos por línea paterna, a mi hijo, a los hijos de mis primos y a mi único tío vivo. Pienso en esta idea de la transmisión, lo genético: armar los rasgos familiares a través de tu/su familia. Construir una imagen de la vida que mi papá no pudo tener. Desde su hermano más grande hasta mi hijo.


-En las fotos del día de la muestra estás rodeada de nenes chiquitos y familiares. Aparece la foto posible, el tiempo presente. ¿Encontrás una continuidad o cierre para este trabajo?
Yo pensaba que esta historia se cortaba en mí. Mi viejo está desaparecido y yo crecí elaborando esa experiencia, pero la otra vez me pasó lo siguiente: iba en el auto con mi hijo, que tiene 8 años, y me empezó a preguntar por su abuelo y por su abuela (por parte de padre). Él sabe que eran militantes políticos y que fueron secuestrados y desaparecidos. Me preguntó cómo era crecer sin papás y yo le dije que era muy triste. Que cuando era chica sufría mucho porque quería conocer a mi papá pero que eso ahora no importa. Que estoy grande y me encontré con muchos otros con historias similares a la mía y que por suerte él tiene a su mamá, a su papá, a sus amigos, a sus primos y tíos. Sin embargo, me dijo que no tiene a sus abuelos, que le gustaría estar con ellos y que le da muchísima bronca. Ahí mismo se angustió y se puso a llorar. Entonces pensé que esto es algo que no termina en nosotros, en los hijos de desaparecidos. Es una historia que al menos va a seguir por una generación más. Recién con la próxima habrá dos generaciones no marcadas por el genocidio. Mi hijo vive la ausencia de sus abuelos. Si bien la historia es distinta a la mía, piensa y vive las consecuencias de la desaparición y el asesinato. Si bien yo le puedo sacar una foto a mi hijo con mis primos y mi tío, el relato todavía se sigue armando. No está cerrado. Hay mucho para pensar.


-Al margen de la experiencia autobiográfica. ¿Cómo funciona el collage -en cuanto a procedimiento, efecto o búsqueda de sentido- en tu obra?
Por un lado, para mí cualquier imagen implica una reflexión. Es decir, poner en un lugar lo que yo pienso o proyecto, el discurso que voy elaborando. El collage es una herramienta que me da posibilidades de armar, desarmar, buscar y juntar situaciones que tienen que ver tanto con el archivo fotográfico (el documento) como con la fantasía. Siempre trabajé con el collage, con archivos míos y con fotos de diarios y revistas. Por otra parte, yo milito en un espacio que es el CDH (Colectivo De Hijos "Huérfanos producidos científicamente por el genocidio"), un grupo político en el que trabajamos en tres ejes: investigación, arte y política. Dentro de la línea del arte trabajamos en un espacio de creación que tiene que ver con el collage porque nos sirve para generar una idea o pensamiento colectivo a través de imágenes. Algunas veces nos juntamos, producimos y elaboramos materiales escritos. Otras, discutimos y elaboramos documentos en imágenes. Para mí la imagen tiene que ver con decir, expresar, reflexionar, construir la historia personal. Yo lo hago a través de mi experiencia, a partir de aquello de lo que puedo hablar.


-Nicolás Prividera, en su libro de poemas, reflexiones y cuentos restos de restos se pregunta por la continuidad entre la historia de los hijos y los padres-militantes desaparecidos. Veo las fotos y, lógicamente, hay mucho de retrato de época (en la ropa, los peinados). Al mismo tiempo hay una perspectiva histórica que plantea una continuidad entre las ideas de los 70 y algunas nociones contemporáneas. Prividera pone en crisis estas versiones citando al Marx del 18 Brumario (la historia como tragedia primero y como farsa después) y clama lograr hacer el duelo. ¿Creés que hay una continuación ideológica entre ambos períodos?
Yo no sigo la historia de mi viejo porque mi viejo era militante político de una organización armada (Montoneros) y a él lo mataron en la etapa de mayor plenitud de su vida. Mi historia es otra. Yo soy distinta, ni mejor ni peor. Viví de otra manera, tratando de reconstruir mi historia a partir de la desaparición y la ausencia. De las oportunidades que no tuve a partir de la destrucción familiar. No me creo una continuación de mi viejo ni de ninguno de sus compañeros. En cuanto a ideas, me parece que ésta es otra época. Que suceden otras historias y que venimos con el peso del genocidio y el neoliberalismo. Hoy vivimos en otro momento, con otras discusiones. Suceden un montón de cosas que son necesarias y por las cuales se luchó muchos años como los juicios a los genocidas. En este sentido, me parece correcto que el Estado y el gobierno se hagan cargo de impulsar esta justicia y además exista un trabajo cultural concreto para cambiar algunas cuestiones o pensamientos. Estoy de acuerdo con muchas cosas que hace el gobierno, no solo en la historia de los desaparecidos sino en un montón de reivindicaciones sociales. Hay muchos que fueron militantes en los 70 que hoy son parte del gobierno y, sin embargo, construyen ideas desde el hoy. No creo que sean las ideas que tenían en los 70: en esa época tenían ideas relativas a un montón de miles de personas que ya no están. Hoy es otro proyecto, otro momento. Estamos frente a la recomposición de historias y lazos sociales que se habían roto. Frente a discusiones que no se daban y la inclusión de un montón de sectores que estaban apartados y pisoteados.


-Están esas fotos que son como ventanas y esa otra del Centro Clandestino observado detrás de la maleza. ¿Ves una analogía entre tu trabajo como fotógrafa y esas ventanas o punto de observación, ese traspasar las paredes para encontrar lo que está encriptado?
Tanto ver de adentro hacia afuera como estar escondida es la impresión que me generaban esos espacios que fueron centros de tortura: tenés el horror en un espacio y ahí nomás el afuera. Cuando hice la visita al Casino de Oficiales por primera vez yo pensaba que un campo de concentración era un lugar oculto en lo más recóndito de la ciudad y de repente me encontré con que todos circulaban por la misma escalera. Abajo vivía el jefe de la ESMA con su familia, en el segundo piso vivían los oficiales y en el tercero estaban los secuestrados, detenidos, torturados. No podía creer lo siniestro de este funcionamiento. Todo a la vista sobre Avenida Libertador, con ventanas que daban a la calle. En el video de Leopoldo Tiseira, después que la familia entra en Antropólogos y se reencuentra con los huesos del padre, se los lleva en una urna de madera. Salen a la calle en plena avenida. Son 35 años de historia y la vida transcurre con total normalidad. Ellos llevan a un desaparecido que apareció y la vida sigue.


-¿Proyectos a corto y mediano plazo?
Por un lado, la idea es que esta muestra circule por otros lugares que no sean ni Centros Clandestinos ni Centros Culturales. Esto tiene sentido si tiene un intercambio en distintos lugares. Por otro, en el Archivo Nacional de la Memoria estamos con un montón de ideas y proyectos. Uno es el de historias de vida y militancia que es la reconstrucción de la vida de personas que estuvieron en la ESMA. Una iniciativa conjunta con el Conti y el Espacio para la Memoria. Además, con el CDH estamos con el proyecto Tesoros (con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes) que consiste en la recuperación de objetos de nuestras familias, de nuestros padres para armar un museo virtual.