Por Damián Lamanna Guiñazú
prensaconti1@gmail.com
Equipo de Comunicación y Prensa del CCM Haroldo Conti
¿Por qué decidiste representar esta obra? ¿Cómo viviste el proceso de trabajo y la selección de los actores?
La dramaturgia de Adellach fue innovadora para las corrientes de la época. Los 60 fueron años de mucha convulsión política y los artistas estaban inmersos en ese contexto por lo cual el teatro se caracterizó por tener un anclaje muy social. Sin abandonar esto, Adellach se inclinó por un lenguaje ligado al absurdo: una construcción teatral disonante respecto de la estética de aquel momento. "Chau papá" es una obra de aquella época. Yo era muy joven y no llegué a verla en escena (Rubens Correa, el director del Cervantes, fue quien la dirigió). Aunque nunca llegué a ver ninguna de sus puestas, con el tiempo accedí a su lectura y me encontré con una teatralidad que manejaba un discurso por encima del deber ser. Es decir, trabajaba sobre la acción teatral por encima del contenido. La acción y la teatralidad construían relato y metáfora. En un momento Rubens Correa me dijo que tenía en mente hacer esta pieza y yo inmediatamente me postulé para dirigirla. Ahí le propuse esta idea de trabajar la construcción por sobre el discurso y eso a él le entusiasmó. En la misma construcción de la teatralidad y el hecho vivo se produce la metáfora. Para esto, yo necesitaba un conjunto de actores que fueran una banda en acción. Con una coherencia y encuentro creativo entre todos que les permitiera afinar un sentido.
¿La "banda en acción" la elegiste vos o ellos ya venían trabajando en conjunto?
No, los elegí. Igualmente con la mayoría de ellos ya había trabajado en experiencias anteriores. Antes que nada, Adellach propone una búsqueda y no te sirve nada en bandeja: te da muchos materiales pero la construcción depende de los cuerpos en acción. En este punto, laburamos con un gran equipo y para mí es un verdadero orgullo presentar junto a ellos un Adellach en el circuito de Buenos Aires, desde el Cervantes. Vamos a ver qué es lo que ocurre con la otra parte de la teatralidad, la participación activa del público viendo el espectáculo. Hay teatro cuando hay personas, un espacio y alguien que mira. La participación consiste en llevar al público a recorrer con nosotros los vericuetos esenciales que tiene esta pieza. Con Adellach no está nada digerido y eso me genera un gran vértigo y una gran pasión, todo envuelto en un poco de miedo.
En "Chau papá" hay –desde los personajes- un vínculo entre la década infame y los ´70 (el contexto en que se escribió). ¿Cómo creés que puede funcionar esta obra en un contexto como el actual? ¿Qué rol juega la adaptación?
Si bien la acción transcurriría en los '70, también tenemos un personaje muy maduro que vivió aquella otra época (la década infame). Los jóvenes son de los '70 y el viejo abreva ideológicamente en ese pasado. Igual yo no haría una referencia temporal exacta porque no la tenemos, hablamos de un supuesto. Acá tenemos una familia y en la familia todos los vínculos sociales son posibles: toda la metaforización posible de lo social, los poderes, los abusos, la igualdad, la desigualdad, el deseo y la matriz de la sexualidad están en una familia. Esta institución puede funcionar como una metáfora de todo: del poder, del dolor, del amor, del desencuentro y del ADN de la vida. Yo busqué esta metáfora múltiple. Por ejemplo, el tema de matar al padre, aquello que fue y lo que tengo que romper para ser. Hay que romper con el pasado. Dejar de ser hijo para ser padre. Dejar el anquilosamiento de una sociedad conservadora para poder hacer una nueva. Revisar lo que generó una matriz tan conservadora en mí para cambiar. Esto lo quise universalizar porque siempre está presente. Si bien la obra habla de un padre totalmente conservador que genera un determinado vínculos con los hijos, se genera esa química, esa explosión entre un pasado terrible y conservador, y jóvenes que tratan de salvarse de ese lugar. Acá aparece una metáfora social, muy setentista si se quiere. Pero creo que es abarcativa de todas las épocas anteriores.
¿Cómo fue el paso de la actuación a la dirección? ¿Cómo conjugás ambos roles?
Fue algo natural en términos de desarrollo. Me agarró en cierta madurez como actor el interés por reciclarme, por cuestionarme. En eso tuvo mucho que ver mi amigo Mauricio Kartún. No por algo personal sino por conocer ese mundo de aceitamiento de engranajes que permanentemente te llevan hacia un crecimiento. No hay que anclarse en ningún lugar cómodo. Ni en lo que somos, ni en las facilidades que nos da el laburo, ni estéticamente. Tenemos que estar dispuestos a recibir lo nuevo que va ocurriendo sin prejuicios. Yo soy de una generación que rompió con otra, con un mandato político, social, cultural, amoroso, sexual de todo tipo. En un momento empecé a sentir que me iba anquilosando en una nueva postura y quise desafiar eso: entender la llegada de mi hijo, perder un deber ser. Todo deber ser es malo. No hay un deber ser conservador malo y uno progresista bueno. Ser progresista es cuestionar(se) permanentemente, ponerle grasa a los rulemanes siempre. La llegada a la dirección, entonces, tuvo que ver con mi investigación actoral, mis cuestionamientos, mis desafíos de encontrar nuevos lenguajes en mí. Además, yo laburo entrenando actores, haciendo coaching para que puedan enfrentarse a una cámara. Ahí, por ejemplo, empecé a indagar sobre la tarea del actor y esto me fue llevando a la dirección. Hoy en día el teatro es una hoguera colectiva. Antes el dramaturgo escribía, el director dirigía, el músico componía. Ahora somos todos teatristas. Los actores, el director, el músico, el vestuarista, el escenógrafo. Esto sí es la evolución.
¿Por qué el estreno en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en la ex ESMA? ¿La sala que se elige para el estreno es parte de la obra?
(se pone serio y baja la voz) No creo que pueda decir algo que no haya sido dicho sobre este lugar. En cuanto a la sensación personal, yo tengo claro que soy un sobreviviente. Las balas pasaron raspando por la misma trinchera. Trinchera que podría ser hasta una biblia en la mano y una sotana. Para poder recibir una bala del enemigo no hacía falta más que ser libre, que bregar por la libertad. Es claro que los militares eran cultores de la muerte y este lugar es testigo literal. Siempre fueron cultores de la muerte porque les molestaban los olores, las flores, el deseo, las risas, el amor. Eso era la muerte.
Esto que decís se parece a un poema de Martín Rodríguez en el que padre e hijo transplantan unas macetas donde habría sido una casa de militares. Entre las macetas y la tierra encuentran estructuras de alambre y el sujeto lírico define "los militares ponen rejas en todo lo que crece"
Exacto. Justamente, estar en este lugar es fantástico por lo que pudimos hacer con él. Es un sueño. Que la ESMA [ex ESMA], que fue un campo de concentración, pueda ser hoy un lugar de homenaje, con un centro cultural como este es extraordinario. La conquista, todo lo que hemos conseguido es extraordinario. Por otra parte, también me hago cargo de que raspo la melancolía y el dolor que este espacio tiene como parte de la esencia. No quiero olvidar, recuerdo a mis compañeros con mucho amor porque eran un canto a la vida. Sentir esto a mí me revitaliza. Es un honor y un gusto estar acá vivo y haciendo teatro y viendo a esta juventud dando vueltas. Hemos triunfado.
Después de presentarse en el Conti "Chau papá" realizará una gira por todo el país. En octubre y noviembre, habrá funciones en Buenos Aires, en el Teatro Nacional Cervantes.