Doscientos relojes sin números diseminados por el suelo de la sala 1 y una cuerda interrumpida con un gran nudo que pende desde el techo. "Reflujo es una función del agua, cuando las aguas bajan y uno ve el fondo del mar. La sensación que más me impactó de este lugar fue sentir que estaba en un espacio que hoy es esto pero mañana puede volver a ser aquello. Cuando deja de actuar una fuerza y emerge otra que no tiene definida su forma" explicó Basualdo mientras un grupo de niños y niñas corrían esquivando y pateando los relojes -insinuados por el artista como "minas antipersonales"- y generando, sin querer, un nuevo orden. "Éste es un lugar de peregrinación. Venís y la cabeza se te divide y pensás en lo que pasó y en lo que estás haciendo ahora. Me gustaba la idea de que fuera como un campo santo, que tuvieras que caminar con cuidado, que haya más vacío que materia."
"Reflujo", según el artista, es un diálogo entre la vida y la muerte. "Lo que planteé fueron dos ejes, uno horizontal y otro vertical. El vertical es una línea de tiempo que está obstaculizada por un nudo gigante que hace que la soga no pueda tocar nunca el piso. Eso sería como una especie de línea de fuga, de escape. Y el nudo hace que el tiempo se concentre en un mismo lugar y que cualquiera pueda rodar en falso sobre un mismo momento. El plano vertical es vida y el horizontal es muerte. Son relojes sin números fuera del tiempo."
Por su parte, con "Ingrávido" el rosarino Carlos Herrera presentó un muestrario de fósiles personales, pequeños objetos con un sentido fúnebre, interrogativo y vital; construcciones muy simples que abordan lo cotidiano en la materialidad. "Son objetos que para mí son importantes en mi memoria. Lo que vienen a contar es una suerte de encuentros entre materiales y restos." Tanto en Basualdo como en Herrera el mar adquiere una función central "Pienso estas obras como una especie de naufragio. Algo que salía hacia un lado y en ese viaje hubo una falla y caímos al agua. Lo que llegó a la playa es lo que junté y resignifiqué." Durante la inauguración, el también rosarino Carlos Caletta musicalizó la sala bajo la consigna de "representar el silencio".
El recorrido por las salas incluye, en sala 2, "Un Themes" -herramienta para personalizar páginas de redes sociales y perfiles, entre otros soportes digitales-, de Lulu Lobo. La artista tucumana, con la colaboración de Alejandro Fanlo, construyó una pared -sin límites definidos, semidemolida y cubierta por estampas de xilografías sobre papel de seda- siempre a punto de caer sobre los espectadores, un fondo de pantalla para la vida personal.
Además, en la sala V, la video instalación "Doble fondo" de Eugenia Calvo presenta una antigua mesa desmembrada, vuelta un ring de pelea mientras una lámpara se balancea ince-santemente del otro lado de la sala. Los objetos aluden a un orden pasado y roto, sin embargo el movimiento de la lámpara incluye otra temporalidad, es la huella de un hecho o presencia reciente, la resistencia a aquello que fue desmontado y reordenado.
Completa las muestras que se inauguraron "Templo del Templo" de Matías Duville -restos de un dirigible estrellado en los jardines del Centro Cultural- y "Memoria en el caos y la intemperie" de Daniel Roldán y Diego Perrotta, dos nuevas intervenciones que incluyen pintura y escultura- en el marco del ciclo Dos Paredes: sala, ciclo y espacio en el que se convoca a diferentes artistas a trabajar en el lugar con la intención de poner en diálogo diversas poéticas y prácticas contemporáneas y cuestionar -a través de la creación como acto efímero- las reglas del mercado como medida para la circulación de las obras de arte. En palabras de Daniel Roldán: "trabajos de quince días, que duran dos meses y que después desaparecen. A esta altura del partido, después de haber perdido muchas cosas, puedo entender que lo que se pierde es lo material y hay otra cosa que no, que es lo que queda y que es lo que realmente (me) importa."