La mayoría de los jefes del golpe militar de 1943 no entendían la preferencia del coronel Perón por un cargo de escasa jerarquía como la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ese interés por la cuestión obrera resultaba igualmente extraño a los nacionalistas católicos que apoyaban al gobierno de facto: les parecía "una candorosa utopía" –en palabras de Mario Amadeo- la aspiración de Perón a convertirse en líder de los trabajadores.
El notable crecimiento del empleo fabril desde mediados de los años '30 y la negación de derechos laborales constituían un cóctel explosivo, como el secretario de Trabajo no tardó en comprender. Los jefes de empresa no hicieron caso de sus advertencias cuando, en agosto de 1944, los instó a ceder algo para no perderlo todo. Se sintieron menos amenazados por los riesgos de revolución que advertía el entonces coronel que por la creciente influencia política de quien otorgaba reivindicaciones y convocaba a los trabajadores a luchar para defenderlas. Así, los empresarios argentinos faltaron a la cita y el movimiento nació signado por un desequilibrio: la preponderancia de la participación obrera sería su rasgo dominante.
Muchas fechas podrían elegirse para indicar el nacimiento del peronismo, pero ninguna puede competir con el 17 de octubre. Ese día, hizo su aparición el movimiento de los trabajadores con una masividad hasta entonces desconocida y con rasgos originales que marcarían la vida política argentina. La oposición que antes había ocupado las calles creyó que ya había vencido, que el peronismo en ciernes no alcanzaría a constituirse como opción política triunfante: la mayoría de los argentinos elegiría la Democracia contra el Totalitarismo, como lo probaba la multitud que había reunido la Marcha por la Constitución y la Libertad. Pero no era esa opción la que mejor resumía la coyuntura del '45. Definir adecuadamente los términos de un conflicto es tener ganada la mitad de la partida: lo sabía Perón cuando propuso otra lectura: "acá se va a jugar un campeonato entre la justicia social y la injusticia social".
Esa lucha por la justicia social se profundizó en la primera resistencia después del '55, cuando los sindicatos jugaron un rol fundamental. Más tarde, la juventud se sumó masivamente al poderoso movimiento que posibilitó el retorno de Perón: el segundo rescate del líder proscrito seguía el camino del 17 de octubre. No siempre se continuó ese rumbo y el menemismo en los '90 mostró que la tradición popular podía servir con eficacia para desmantelar el Estado y todo lo que quedaba de la herencia peronista. Hoy, después de doce años que retomaron con fuerza las banderas de 1945, construyendo una nueva propuesta que convoca otras tradiciones políticas, volver a la historia del 17 de octubre es recuperar aire fresco para seguir avanzando.
Eduardo Jozami
Director Nacional
Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti