Mascaró se me apareció hace cosa de tres años, yo estaba vacío y triste, pensé entonces que no volvería a escribir una sola línea en todo el resto de mi vida. Cuando un buen día escuché de un auténtico vagabundo la increíble historia del Príncipe Patagón. Me gusta escuchar a la gente, pero eso fue tan sólo un punto de partida, una especie de compromiso. Mascaró tenía que madurar dentro de mí. Eso me llevó su tiempo. Nunca me apresuro en esos casos. Sucede que llega un momento que la historia empuja tanto dentro de uno que sale afuera por sí sola. Así fue. Mascaró me hacía señas desde un costado de mi vida llamándome a su loco camino.Mascaro creció y creció como un árbol y así entraron en esa historia desde mis más sencillos amigos, como Tony Beck o el capitán Alfonso Domínguez, alias “Cojones”, hasta esta tierra de lucha y esperanza que se llama América.
Mascaró daba para todo. Creció y creció como un tremendo canto, y yo Era a medias el cantor porque se juntaron tantas y tantas voces, que Mascaró realmente no me pertenece.
Ahora, a diferencia de esas otras veces, no he quedado triste y vacío, porque Mascaró sigue vivo. Y me demanda nuevos caminos. Siento, eso sí, la breve tristeza de despedirme de él para que comience a compartir su camino con otras gentes. Aquí estamos, pues, a un costado de ese camino diciendo los adioses y estrechando su firme mano. Pero yo sé que volverá. Yo sé que volverá. Yo sé que volverás, compadre.
Volvé pronto para que podamos seguir viviendo y amando, oscuro jinete, dulce cazador de hombres. Mascaró, alias Joselito Bembé, alias la Vida.
Fragmento del prólogo de Mascaró
(…) Triste, solo y manso, Haroldo vive al ritmo del río, que corre sin apuro. Cuando llega la violencia, le sube de a poco, como crece suavemente el agua, pero que se cuiden los hijos de puta: la corriente alzada arranca árboles y casas: lo he visto embestir y le conozco las furias.
¿Cuántos naufragios sufrió mi hermano Haroldo, además de aquel que le rompió el barco contra las costas del Brasil? ¿Cuántas veces creyó descubrir, en la bruma, la perdida nave azul? ¿Cuántas veces se reventó contra las rocas? ¿Para qué escribe mi hermano Haroldo si no es para salvarse y salvar lo que merece ser salvado?
Los pescadores van y vienen por el Paraná. ¿Qué aventuras prometen o devuelven, hermano Haroldo, el río barroso y la alta mar? ¿Encontrarás lo que venís persiguiendo, un mediodía cualquiera, en el centro de las aguas o del cielo? ¿O has descubierto ya que tu navío imposible viaja por los caminos del jodido mundo? ¿Es dura la travesía hermano? ¿Andar duele?
Al final del recorrido no está la eternidad sino nosotros. No te detengas. No te vayas a caer, que te andamos precisando.
El río se vuelca en la gran vertiente y moja y abraza las islas solitarias. Así nos dan, tus palabras, agua y calorcito.
Eduardo Galeano
Fragmentos de El hombre y el río
Dirección General: Roberto Gilligan / Puesta en escena: Roberto Gilligan - Rafael Barrientos / Asistente de dirección/Puesta de sonido: Luz Kling / Puesta de luces: Eduardo Gutiérrez / Fotografía: Laura Grasso / Diseño grafico: Alejandro Grasso / Escenografía: Santiago Van Der Weden / Contacto y Difusión: Julio Druetta / Asistente de vestuario-Tramoyista: Marina Marcos / Maquillaje: Valeria Acosta / Vestuarista: Julieta Caba / Utilera- Asistente de vestuario y escenografía: Silvia Giménez