Investigando para su film Ejercicios de memoria, Paz Encina encuentra en el “Archivo del terror”, situado en la planta baja del Palacio de Justicia, la ficha policial de una niña de doce años, Apolonia Flores Rotela. Unos meses más tarde encuentra un audio en el que una persona, probablemente campesina por la manera de hablar, delata a otros campesinos que participan de la lucha de las Ligas Agrarias Cristianas, entre ellos a Catalino Flores, familiar de Apolonia.
El ómnibus 150 de la empresa Rápido Caaguazú había salido a la 01.00 de la madrugada del 8 de marzo de 1980 de Ciudad Presidente Stroessner (la actual Ciudad del Este), con rumbo a Asunción. A la altura del kilómetro 37 de la Ruta 2, tres campesinos hicieron señas al chofer para que se detuviera. Al abrir la puerta, éste advirtió que eran varios más, dieciocho en total, incluyendo a mujeres y niños. Recuerda Arcadio Flores, uno de los integrantes del grupo: “subieron nuestros dirigentes a hablar con el chofer, explicaron que éramos campesinos pobres, perseguidos por el Gobierno por pretender vivir como hermanos en nuestra propia tierra. Queríamos ir a Caaguazú a iniciar una lucha por nuestros ideales y no teníamos dinero para nuestro pasaje. El chofer aceptó llevarnos y subimos todos”.
Enterado del asalto al ómnibus, esa misma madrugada del 8 de marzo, el dictador Alfredo Stroessner ordenó al jefe de Inteligencia Militar cazar a "los guerrilleros". A tal fin se desplazaron efectivos militares, policías, además de “civiles” pertenecientes al Partido Colorado.
La brutal represión dejó diez desaparecidos: Adolfo César Brítez, Gumersindo Brítez Coronel, Fulgencio Castillo Uliambre, Concepción Gonzalez, Federico Gutierrez, Reinaldo Gutierrez, Mario Ruiz Diaz, Secundino Segovia Brítez, Estanislao Sotelo y Feliciano Verdún. Los asesinos siguen impunes hasta el día de hoy.
El gesto de Apolonia
Una de las sobrevivientes de aquella masacre fue Apolonia Flores Rotela. Tenía entonces doce años, hablaba sólo guaraní y había abandonado la escuela en segundo grado.
En medio de la represión Apolonia recibe cinco impactos de bala en una de sus piernas y la trasladan detenida al policlínico policial “Rigoberto Caballero”. Como fue un caso muy sonado porque la sociedad entera supo de la niña herida, Stroessner en persona visita a Apolonia Flores en el hospital. Habla con ella y le dice: “te vamos a sacar de acá y te vamos a llevar a una casa de familia y vas a estar bien, también te vas a poder ir a la escuela” y Apolonia a sus doce años dice “no” y reclama al dictador el por qué le ofrecía educación solamente a ella cuando todos en su pueblo pasaban hambre y no tenían escuelas. Stroessner, molesto ante la respuesta de la niña ordena que la lleven presa, entonces, la fichan y la procesan como subversiva.
El NO de Apolonia a Stroessner, parafraseando a Agamben, convierte la firmeza de su acto en destino. Los cinco impactos de bala que permanecen en sus piernas serán garantes de su gesto: el de la militancia, con el que Apolonia Flores Rotela atraviesa como cristal la memoria histórica del Paraguay de los últimos treinta y ocho años.