En 2017 la AMIA le encargó al artista Tomás Espina que desarrolle un proyecto a partir de una camioneta trafic. La obra se dio a conocer en junio de ese mismo año en el Espacio de Arte AMIA para el 23º aniversario del atentado del 18 de julio de 1994. En 2018 la obra fue donada por la institución al Museo Nacional de Bellas Artes. Desde el 11 de julio quedará emplazada en el Conti.
La idea de una instalación, acción o intervención a partir de una camioneta Trafic se venía gestando desde hace años. Pero tomó forma recién en diciembre de 2016, a partir de la difusión de un documento emitido por la UFI-AMIA titulado: “Un examen sobre esquirlas confirma la hipótesis del empleo de una camioneta Trafic en el atentado”.
Para llevar adelante el proyecto, había que estudiar la factibilidad de conseguir una camioneta modelo 87-89 de color blanco Chapelco, o similar, y ponerla a disposición de un artista que pudiera crear una obra en el marco de las acciones del 23º aniversario del atentado impune de la AMIA.
La decisión de convocar a Tomás Espina fue orgánica y natural. Parte de su labor artístico aborda la transformación conceptual de elementos simbólicos y la utilización de materiales agresivos e inestables como la pólvora, el hollín y la carbonilla. La violencia forma parte de la materialización misma de sus obras.
Desde la primera conversación, el proceso que llevamos adelante con Espina fue profundamente significativo. A la pregunta de ‘¿Qué hacer con la Trafic?’ la antecedía otra: ‘¿Qué decir y cómo decirlo?’. Las discusiones y las charlas con él fueron un privilegio difícil de transmitir. Estuvieron marcadas por la pasión y la intensidad de su pensamiento integral, de las ideas que de allí se desprenden. Un ejemplo de ello fue cuando planteó la posibilidad de pulverizar la camioneta por completo.
Al margen de la imposibilidad técnica de esta idea, siempre se mantuvo el eje central y el más interesante: producir una metamorfosis del objeto y transformarlo en un nuevo significante.
Cuando se vinculan a la memoria y el reclamo de justicia, los movimientos artísticos pueden tomar distintos ejes y catalogarse de varias maneras. Están las pedagógicas y representativas, por ejemplo. También están aquellas que trabajan desde el tiempo, contrastando el pasado y el presente; que ponen el foco en el momento exacto de la tragedia o en sus consecuencias. Otro abordaje son las víctimas: sus rostros, sus historias, sus familias, sus pertenencias. Y se puede decidir transitar el binomio ausencia–presencia, o el paso del tiempo que transforma la justicia en impunidad.
En este sentido, hay obras que ponen la lupa en el trabajo y la responsabilidad de la justicia, en los jueces, en la causa o en la exigencia de justicia. Hay caminos que proponen trabajar la historia desde la ficción, ya sea para crear lugares de la memoria que funcionen como efemérides urbanas dentro de un territorio, o bien para incomodar a partir de las reflexiones del humor gráfico.
Sin embargo, hay otra operación posible, que es la de transformar o mutar los objetos reales o simbólicos. Y en esta coordenada, la Trafic se reconfigura como un signo inequívoco de la tragedia.
En términos estrictamente descriptivos, la obra de Tomás Espina convirtió la Trafic en un abecedario esténcil. Pintar con plantilla es una de las primeras técnicas gráficas en la historia de la humanidad, pero hoy carga con una fuerte connotación como técnica del arte callejero y la protesta social. Transformar la muerte y la violencia en la palabra es todavía una ilusión. Antes, está la necesidad que tenemos de poder enunciar, de decir aquello que, veinticuatro años después, se nos sigue negando: la Justicia.
Elio Kapszuk - Curador
Tomás Espina nació en Buenos Aires en 1975, y vivió en su niñez y adolescencia entre México, Mozambique, Santiago de Chile y Córdoba. En 1997 se instaló en Buenos Aires para cursar sus estudios de pintura en el Instituto Universitario Nacional de Arte (actual UNA). Ha recibido becas de la Secretaria de Cultura de la Nación (ACA) y Atlantic Center of Art Fundation, EEUU (2004). Obtuvo el Primer Premio, Petrobras/arteBA 6ª Edición, Buenos Aires (2009); Tercer Premio Cultural Chandon, San Miguel de Tucumán (2005); Segundo Premio, Fundación Banco Ciudad, Buenos Aires (2002). Fue distinguido como Artista del año por la Asociación Argentina de Críticos de Arte en 2009 y como Artista iniciación del año 2002. Participó durante 2011 de las residencias MAC/VAL en Francia y en Art OMI en los Estados Unidos.
Entre sus últimas exposiciones individuales se destacan; Haití, Bienalsur, Museo del Barro, Asunción (2017), junto con Pablo García, y Museo Emilio Caraffa, Córdoba (2016; Soluciones potenciales, Galería Ignacio Liprandi Arte Contemporáneo, Buenos Aires (2016); Ya fui mujer, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires (2015); Gansaigt , Art&Public, Ginebra (2012); Dominio, MAC/VAL, Musée d´Art Contemporain di Val-de-Marne (2011), junto con Martín Cordiano.
Su obra ha sido incluida en numerosas exhibiciones colectivas como; Como un destellos, Casa del Bicentenario, Buenos Aires (2017); My Buenos Aires, Maison Rouge, Paris (2015); Empujar un ismo, Museo de Arte Moderno, Buenos Aires (2014); Mom, am I Barbarian?, 13ª Bienal de Estambul (2013); 30th Biennial of Graphic Arts, Ljubljana (2013); Arte en espacio público, Bariloche (2012); Sabotaje, MACRO, Rosario (2011); 7ª Bienal del Mercosur, Grito e escuta, Porto Alegre (2009); entre otras.
Su obra se encuentra en colecciones públicas como; (MANBA) Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires; (MALBA) Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Buenos Aires; (MAMBA) Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Buenos Aires; (MANBA Neuquén) Museo de Bellas Artes sede Neuquén, Neuquén; MAMCO, Ginebra, Suiza; MACVAL, Valdemar, Francia.
Actualmente vive y trabaja en Buenos Aires.