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Espacio Memoria y Derechos Humanos

10 x 10 - Memorias en Movimiento

Diez directorxs / Diez ejercicios de memoria / Diez encuentros

El ciclo se propone que 10 realizadoras y realizadores que fueron parte de esta experiencia presenten 10 películas del cine nacional que eligieron para compartir en este aniversario. Diez encuentros que -desde el presente- pondrán en diálogo y tensión un juego de miradas del cine argentino. Acontecimiento que sólo se completará, como todos los fines de semana, con un público que pone el cuerpo y la palabra.

Por Lucía Cedrón*

De los personajes que pueblan las imágenes agridulces de mi infancia, hay uno que tiene un capítulo aparte. Ese tipo, es Haroldo Conti. Cuenta la literatura familiar que mi viejo, Jorge El Tigre Cedrón, y él, que eran muy amigos, estaban guionando a cuatro manos la adaptación para el cine del memorable Mascaró, un cazador americano que Haroldo había publicado el año anterior. Un día de mayo del 76, mi viejo se avecina a la casa de Haroldo para escribir. Al llegar, descubre que la casa fue allanada violentamente. Mi viejo entiende rápidamente que Haroldo fue secuestrado y empieza a dimensionar la escala del horror ante sus ojos plasmados. Por primera vez, mi viejo que se creía en parte amparado por su condición de artista, de intelectual y de hombre público y por eso, no pasaba a la clandestinidad, toma conciencia de que esa misma condición es la que arrojó a su amigo a las garras de los militares. Ese día comienza a evaluar la posibilidad de sacarnos del país. Aguanta y pospone la decisión hasta que un compañero le avisa que nuestra casa fue cantada y ya no es más segura. Esto último, sucedió el 22 de agosto de 1976. Ese día, yo cumplía dos años y mi vida pegó uno de sus primeros grandes giros. Con mis padres, dejé la tierra que me vio nacer y me fui al exilio, a Francia.

Pocos años después, allí mismo, en la ciudad Luz, mi padre encuentra la muerte de una forma tan violenta como misteriosa pero claramente relacionada con la dictadura militar que aún regía en Argentina y el Centro Piloto que operaba en París.

Casi tres décadas después, un 20 de diciembre del 2001, tomé la decisión de volver (o de venir, nunca sé bien que verbo usar). Fue, y lo reafirmo hoy en plena crisis política y económica argentina, probablemente una de las mejores decisiones que haya tomado en mi vida. La plaza de los dos Congresos me recibió sin máscaras, cálida y cruda a la vez, llena del doloroso y avasallante empoderamiento de mi pueblo.

Allí, ese mismo día, en el corazón de la tormenta, tomé la decisión de quedarme a vivir en Buenos Aires.

Al poco tiempo, quise volver a la militancia y mi amigo, Fernando Martin Peña me dijo: "Si querés hacer algo por el pueblo argentino, ayudalo con su memoria, porque de ahí se sacan las barajas para lidiar con el presente. Vos podés sumar buscando y restaurando las películas de tu padre. Eso, no lo puede hacer nadie más que vos".

Lo tomé al pie de la letra. Me llevó 14 años de mi vida, rastrear y encontrar uno por uno, cada acto de las siete películas que llegó a filmar mi viejo, todas escondidas con nombres falsos, sin inventario y desparramadas por el mundo. Luego traerlas, restaurarlas y difundirlas. Nada más. Nada menos. Llamé Hasta la memoria siempre la edición de este trabajo de restauración y de difusión. Estas palabras son para mí la síntesis o la encrucijada en la que se encuentran la generación de mi viejo y la mía. A ellos el lema del Che Guevara, a nosotros el arduo trabajo de memoria.

*Directora y guionista argentina, Lucía Cedrón se exilia en Francia con su familia en 1976. Desde su regreso en el año 2001 filmó varios cortos. Su ópera prima, "Cordero de Dios", ganó numerosos premios y reconocimientos internacionales.

Que hoy, el maravilloso Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, festeje sus 10 años de vida, es para mí un gran motivo de celebración. Me honra que me convoquen para programar alguna película del cine argentino que haya sido significativa para mí. Dado el momento, no podía acercar otra película que no fuera Operación Masacre, pieza clave en la obra de mi viejo y gran herramienta de reflexión -creo yo- sobre el momento crítico que estamos viviendo.

A seguir trabajando compañerxs, cada unx desde su lugar, haciendo casitas, tornillos, pan o películas en mi caso, pero eso sí, siempre alimentando el fueguito de la memoria para seguir sembrando presente y vida, en cada uno de nuestros actos, en cada una de nuestras palabras.

¡Hasta la memoria siempre Conti!

Lucía Cedrón