Entrevista a Humberto Costantini¹
–Con Conti nos conocíamos desde hacía muchos años, por este oficio común de escribir. Nos habían reporteado juntos, en fin, luego nos amenazarían juntos también. Pero poco a poco nos fuimos acercando por afinidades políticas, por visiones parecidas de la realidad argentina. Por ejemplo, empezamos a militar juntos en una agrupación gremial en la Sociedad Argentina de Escritores, y debido a ello vendrían luego las advertencias anónimas. Además vivíamos cerca, éramos vecinos. Yo vivía en la calle Ciudad de la Paz y él cerca de Cabildo, antes de mudarse a la calle Fitz Roy, de modo que siempre andábamos cerca y nos veíamos con frecuencia.
– ¿En qué año ocurrían estas cosas?
–La amistad con Conti creció desde el 73, aproximadamente, porque si bien ya nos conocíamos, a partir de entonces nuestra relación fue muy cercana, cenábamos con nuestras familias, en fin... Recuerdo que cuando se inauguró la casa, la hermosa casa de Fitz Roy, organizamos una fiesta. Estaban Mario Benedetti, el poeta boliviano Borda Leaño, que luego sería senador por el Partido Socialista de su país cuando asumió Siles Zuazo, y un montón de gente conocida. Se hizo una especie de ceremonia quechua, montada por Borda Leaño y su familia... Pero la verdadera amistad, le decía, creció en los últimos tiempos, seguramente por nuestra preocupación por el envilecimiento de la situación argentina, el envilecimiento de todo el proceso militar a partir de la masacre de Trelew, que estaba anticipando las masacres que vendrían después. Todo eso nos acercó, y muchas veces nos quedábamos charlando durante horas, pensando que significaría todo aquello, a donde nos llevaría toda esa barbaridad que estábamos padeciendo. En cuanto a nuestras convicciones, participábamos desde nuestro campo intelectual en la lucha antimilitarista; ni Conti ni yo hemos aceptado jamás ningún cercenamiento de la libertad, desde ningún lado. La libertad del hombre, el valor de los derechos humanos, pienso que fueron una constante en él y los hubiera defendido en cualquier circunstancia. Creo que Conti era fundamentalmente un humanista y un poeta. Sus libros son esencialmente una exaltación de la dignidad humana, nunca un llamado a la violencia. Cada uno de sus personajes adquiere una profundidad con tanta belleza que de pronto un fabricante de fuegos de bengala, o un pescador, o un atorrante del Delta asume una dignificación y una dimensión humana que difícilmente pueda lograr otro escritor. Por eso si hay una muerte injusta –aunque todas lo son, evidentemente–, bárbara, es la de Haroldo Conti, cuya obra entera es una exaltación de lo humano, de lo hermoso del ser humano.
Romano, Eduardo, “Haroldo Conti alias Mascaró, alias la vida” Buenos Aires, Colihue: Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, 2008. Pág.82.
- 1 Escritor, poeta y dramaturgo nacido en Buenos Aires (1924-1987). Autor de “De por aquí nomás”, De dioses, hombrecitos y policías, Háblenme de Funes, En la noche, entre otras obras.